Eran unos limpios
LUIS ALFREDO RAPOZO
El día que llegaron los chavistas al gobierno en 1998, yo pensé que todos esos “limpios”, se iban a poner en la buena, después de meter mano al tesoro público.
Ese día estuve observando como se vestía Maduro, quien era diputado con su chaqueta de cuero y su corte de cabello barato; también recuerdo a la fosforito Iris Varela; detallé a Cilia Flores-recuerdo- con su cabello corto y sus dientes disparejos. Y también recuerdo que detallé al mismo Presidente Chávez y sus hijas que se vestían y se peinaban como muchachas de barrio, que seguramente compraban sus trapos en cualquier mercado popular o en alguna tienda de un centro comercial capitalino.
En esos tiempos, le dije a mi vecino Tiburcio Guartaja que “…a esa gente se le debería hacer un riguroso seguimiento contralor, para cuidar que no nos dejaran en la lona; que no se robaran hasta los teléfonos y las sillas de cualquier institución.”
Recuerdo que Tiburcio me dijo que yo era muy desconfiado y señaló que “… con los chavistas llegaba nueva gente al Poder, que serían incapaces de robarse un alfiler, porque el compromiso con el pueblo era muy grande…”
Entonces le dije“…ya veremos cómo estarán sus cuentas bancarias y sus bienes en el termino de la distancia. Ya veremos cómo será la honestidad revolucionaria…”
Yo no tengo nada contra la honestidad revolucionaria –apreciados lectores-, ni tengo prejuicio alguno con los comunistas administrando el dinero, las partidas, los contratos y todo eso. Sin embargo, no dudo que más de un limpio tendrá la tentación de volverse millonario en Venezuela; de tener divisas cuantiosas en el extranjero como si hubiesen heredado la fortuna de un tío aparecido a última hora, o que quieran vivir en casas inmensas, apartamentos lujosos que le hagan olvidar sus días arrejuntados con su suegra, o que de no tener ni siquiera un catanare, y quieran manejar una súper camioneta o una homer que parece un tanque.
-“Caramba Rapozo-me decía Tiburcio-, el mismo Presidente Chávez siempre dijo que él era un hombre de pueblo que vivía de su sueldito como oficial y vivía en una casa de regimiento con su familia; que siempre fue un soldado y antes un campesino, hijo de dos maestros muy pobres en Sabaneta, que no tenían dónde caerse muertos.”
Hoy en día le digo a Tiburcio que sigo desconfiando de todos y solo pido que aquel cristiano que sea honesto que de un paso al frente y lo demuestre, porque he visto últimamente mucho millonario rojo; testaferros por todas partes comprando periódicos, televisoras, bancos, empresas y mucha plata que se presume escondida en cuentas allende los mares.
-Me parece-le dije a Tiburcio-, que tan pronto se de un cambio de gobierno, tal como pauta la ley, se debe hacer una investigación nacional permanente para investigar a todo rojo a quien se le presuma malas costumbres, para que demuestre cuándo se ganaron el premio gordo de la lotería, la herencia de un tío o su fortuna de cuna que indique claramente sus mansiones, yates, caballos finos, haciendas y macundales varios.