De vacaciones
Esa noche mi compadre Juan Linares se encontraba en su
negocio de venta de repuestos automotrices, que tiene en la parroquia Santa
Rosalía. No eran las siete de la noche y pensaba quedarse hasta las nueve para
terminar un inventario necesario y cuadrar sus cuentas, cuestión de poner en
orden sus actividades e irse de vacaciones a Oriente con su familia;
aprovechando el descanso escolar y las vacaciones de su mujer, quien es una
maestra dedicada a la docencia por más de veinte años.
Cuenta Juan que a esa hora, se aparecieron dos sujetos
que llegaron en una moto con una actitud muy nerviosa y sospechosa. A pesar que
tiene enrejado todo el frente del negocio y nadie puede entrar a agredirlo,
tomó su armamento y lo tenía tan cerca que los dedos jugaban con el gatillo.
Uno de los tipos se acercó mientras el otro se quedó
en la moto con el motor encendido y no había terminado de llegar cuando le
gritó: “…esto es un atraco”, apuntándolo con una escopeta como si fuera el
hombre del rifle, en una serie de vaqueros donde los muertos caen de los
árboles como fruta madura a punta de balazos.
Juan dice que no tuvo tiempo de pensar o decidir qué
hacer, entonces estiró el brazo y dejó salir como cinco balazos que impactaron
en el ladrón y lo dejaron como un colador en medio de su asombro. El hombre se
desplomó lentamente mientras miraba a su compañero de fechorías, quien aceleró
su caballo de hierro dejando un humo denso detrás y un ruido que se iba
persiguiéndolo como un espanto.
Juan salió inmediatamente, retiró la escopeta del
hombre y pudo ver la mirada extraviada en su rostro pálido y quizás soltando
los últimos fluidos de aire. Entró al
negocio después de percatarse de la soledad de las calles donde ni siquiera los
vecinos asomaron la cabeza por la ventana e inició una serie de llamadas al número
de emergencia policial. Le contaba al operador lo sucedido y este le respondió
que no tenían funcionarios ni unidades disponibles para apoyarlo y presentarse
en la zona, mientras el ladrón se ponía tieso como un bloque de hielo. Llamó a
su mujer a las dos horas para informarle lo sucedido a la vez de decirle que la
policía no había llegado. Volvió a llamar a emergencias y el operador le
recomendó que redactara lo sucedido en una declaración para el registro y que
por favor llevara al difunto a la morgue, porque no tenían furgonetas
disponibles. Cerca de las once de la noche se aparecieron dos motorizados con
una bandera blanca y se llevaron el cadáver del delincuente caído en funciones,
entonces, Juan hizo un cartel como a la media noche que decía “De vacaciones
hasta el 15 de septiembre”, cerró el negocio y se fue a su casa.