jueves, 25 de agosto de 2016




De vacaciones


Esa noche mi compadre Juan Linares se encontraba en su negocio de venta de repuestos automotrices, que tiene en la parroquia Santa Rosalía. No eran las siete de la noche y pensaba quedarse hasta las nueve para terminar un inventario necesario y cuadrar sus cuentas, cuestión de poner en orden sus actividades e irse de vacaciones a Oriente con su familia; aprovechando el descanso escolar y las vacaciones de su mujer, quien es una maestra dedicada a la docencia por más de veinte años.

Cuenta Juan que a esa hora, se aparecieron dos sujetos que llegaron en una moto con una actitud muy nerviosa y sospechosa. A pesar que tiene enrejado todo el frente del negocio y nadie puede entrar a agredirlo, tomó su armamento y lo tenía tan cerca que los dedos jugaban con el gatillo.

Uno de los tipos se acercó mientras el otro se quedó en la moto con el motor encendido y no había terminado de llegar cuando le gritó: “…esto es un atraco”, apuntándolo con una escopeta como si fuera el hombre del rifle, en una serie de vaqueros donde los muertos caen de los árboles como fruta madura a punta de balazos.

Juan dice que no tuvo tiempo de pensar o decidir qué hacer, entonces estiró el brazo y dejó salir como cinco balazos que impactaron en el ladrón y lo dejaron como un colador en medio de su asombro. El hombre se desplomó lentamente mientras miraba a su compañero de fechorías, quien aceleró su caballo de hierro dejando un humo denso detrás y un ruido que se iba persiguiéndolo como un espanto.


Juan salió inmediatamente, retiró la escopeta del hombre y pudo ver la mirada extraviada en su rostro pálido y quizás soltando los últimos fluidos de aire.  Entró al negocio después de percatarse de la soledad de las calles donde ni siquiera los vecinos asomaron la cabeza por la ventana e inició una serie de llamadas al número de emergencia policial. Le contaba al operador lo sucedido y este le respondió que no tenían funcionarios ni unidades disponibles para apoyarlo y presentarse en la zona, mientras el ladrón se ponía tieso como un bloque de hielo. Llamó a su mujer a las dos horas para informarle lo sucedido a la vez de decirle que la policía no había llegado. Volvió a llamar a emergencias y el operador le recomendó que redactara lo sucedido en una declaración para el registro y que por favor llevara al difunto a la morgue, porque no tenían furgonetas disponibles. Cerca de las once de la noche se aparecieron dos motorizados con una bandera blanca y se llevaron el cadáver del delincuente caído en funciones, entonces, Juan hizo un cartel como a la media noche que decía “De vacaciones hasta el 15 de septiembre”, cerró el negocio y se fue a su casa.

Un caimán enorme, en La Pastora



Un caimán enorme, en La Pastora

Ese día parecía ser normal como cualquier otro en la ciudad de Caracas. Era domingo y por lo general, uno siempre tiene una rutina. Pero, casualmente al levantarme, me doy cuenta que había agua en casa, después de cerca de 21 días sin el preciado líquido.

       Entonces, decidí no salir para dedicarme a lavar la ropa, pues uno no sabe cuánto tiempo duraría la próxima carencia de agua; además de limpiar la casa, fregar todos los peroles y otras menudencias. Lo cierto, es que mentalmente, me preparé para dedicarme intensamente en mis labores domésticas, sin embargo, antes compré el periódico de los domingos, que es uno de mis placeres de toda la vida; también compré varias empanadas, frutas, conseguí pan sin hacer mucha cola en la panadería de la esquina de Guanábano, jugos y entonces retorné a casa como un relámpago para dedicarme a las labores domésticas.

Ya tenía la ropa seleccionada por colores y entonces comienzo a llenar la lavadora y noto inmediatamente un olor extraño en el agua, realmente repugnante, por ello, tomé un vaso y capturé una muestra en el lavamanos, observando a simple vista que el agua presentaba un color extraño verdi-marrón-amarillento  muy feo. “¡Carrizo-exclamé-, con esa agua no podré lavar la ropa blanca , porque los interiores se me van a poner marrones como los del Dr. ese ,arqueólogo, que aparece en las películas metido en pirámides y peleando contra cosas extrañas” Total que dejo que el agua corra , pensando que por el tiempo transcurrido sin liquido en las tuberías era la causa del fenómeno, seguramente había mucho barro y debía esperar un rato para que se limpiara. Pero no fue así. Comenzaron a salir sapos, culebras y muchos gusanitos de esos que viven en agua estancada. De repente, me hubiese quedado tranquilo, pero por la bañera salió un caimán como de dos metros que se sentía como muchacho en piscina, aunque muy agresivo y amenazando con causar una desgracia. Saqué toda mi valentía como si uno fuera el australiano ese que pelea con caimanes y me fajé todo el día con el bendito caimán hasta que lo molí a palo limpio. Como podrán imaginar no pude hacer mis cosas en casa, porque el agua salía en muy mal estado y por otra parte, no tenía fuerzas para pelear con otro posible caimán o una anaconda come gente, que me saliera por el fregador o la ducha…


Mientras observaba al caimán frio y tieso, me puse a pensar que la gente de Hidrocapital debería ponerse a tratar las aguas blancas, antes de mandarla a los hogares…me parece que evitaría una desgracia.

Fortunato, El mejor vendedor del mundo




Fortunato, El mejor vendedor del mundo

Cuando vi. mi carro el lunes por la mañana, casi me dio un infarto, porque le quitaron los cuatro cauchos, violaron la maleta y se llevaron el caucho de repuesto, el gato,  mi caja de herramientas, el cable auxiliar, la llave  cruz y una batería de repuesto que tenía allí, por si acaso.

Además, los cacos inescrupulosos abrieron el capó y dejaron tan solo el motor. También se llevaron los faros delanteros y las micas traseras, destrozaron el tablero y no se por qué no se llevaron los vidrios  y a cambio me dejaron 8 bloques sobre los cuales descansaba lo que había quedado de carro. Sinceramente, no tenía ganas de lamentarme, porque estaba viendo un esqueleto de carro como si fuese el despojo de un perro muerto.

Pensé que esos cacos son unos sádicos, porque mejor se lo hubiesen llevado y uno no tendría que ver lo que dejaron.

Un tipo que ha sido mecánico toda la vida me ofreció plata por el motor y la caja, entonces le dije que si, e hice la venta. Otro tipo que es compadre del mecánico, me dijo que me compraba los vidrios, le dije que si y desplumó el carro. Luego pasó un chatarrero y le vendí el chasis, Entonces, llamé a mi amigo Fortunato, quien es vendedor de carros de toda la vida en La Florida y le dije, que por favor me ayudara a conseguir un buen carrito para mi uso y poder reemplazar mi querido carrito japonés.

“-¿Qué estas buscando, amigo?”-me preguntó-. Yo le dije que buscaba un buen carrito, sin lujo, pero en buenas condiciones y que no sea grande; también le dije que tenía la plata en efectivo y que de conseguirlo cerrábamos negocio a brinco rabioso. Entonces, Fortunato –que se dice que es el mejor vendedor del mundo, con múltiples diplomados, y cursos en ventas-, me dijo que me visitaría y me ofrecería algo bueno. De esa manera, se presentó en mi casa a las dos horas y me dijo que me tenía algo bueno.

“Te tengo un tractor, pequeño, de bajo mantenimiento y te puede servir para desplazarte en tu municipio”-me dijo-.
 ¿Un tractor?-le pregunté- “Si mi hermano, con los huecos que hay en este municipio y cerca de tu casa en La Pastora, lo mejor que te puedo ofrecer, es un tractor”. Yo lo estoy pensando, no en balde, es el mejor vendedor del mundo.