Xilopin
Xilopin era mi nombre,
Flor del campo
me bautizaron.
Mi
familia
estaba regada por toda esa sabana y vivíamos en las
riberas de los Ríos Apure, Capanaparo, Arauca y hasta el Orinoco. Me recuerdo
siempre montada en una curiara para visitar y ver de vez en cuando a los abuelos,
tíos y primos cuando nos reuníamos para hacer una celebración, un funeral o
cualquier acto común familiar que se presentara. El calor estaba presente todo
el tiempo y estábamos acostumbrados a convivir en medio de una naturaleza
cambiante. Cuando había sequía los pastizales se secaban y luego ardían
espontáneamente; y cuando llovía, el agua era inclemente, al punto que se
formaban grandes lagunas que median más de tres brazadas de hondo. Me junté a
vivir con mi hombre cuando tenía unos quince años y le parí cinco criaturas.
-Sí, a
veces nos mudábamos dos o tres veces al año, huyendo de las inundaciones,
entonces, teníamos nuestros ranchos de un lugar para el otro, hasta que
conseguíamos una lomita donde el agua no llegara.
La paz
era absoluta. Una tranquilidad intensa, incomparable, que invitaba
permanentemente a pensar, echada en un chinchorro. Aunque les digo, que el
trabajo era duro desde muy temprano para cuidar a la familia, cocinar y atender
los muchachos. Yo era muy buena haciendo cesterías y atendiendo a mi familia.
El
pescado era nuestra principal alimentación, por eso vivíamos cerca de los ríos
de donde obteníamos el cachamo, el bocachimo, el bagre rayado y hasta el
peligroso caribe. También cazábamos el conejo,
la lapa, el venado, y hasta el mono.
Yo soy
una india Guahibo y estábamos regados por todo el sur, éramos el grupo más
grande y vivíamos como dije en las riberas de los ríos Capanaparo, Cinaruco y
Meta, pero también habían otros grupos con quienes teníamos buena vecindad como
eran los Cuivas, los Puménes y los Capuruchanas.
Fue
sobre 1770 del calendario de los blancos, cuando nos dijeron que habían fundado
un pueblo y un Fraile montado en su burro nos visitó para convertirnos al
cristianismo. Nosotros no entendíamos nada. Entonces, nos acercamos a la villa
para intercambiar productos con los pocos blancos que había allí. Le llevábamos
carnes, frutas, pescados y ellos nos surtían de utensilios, alpargatas,
cuchillos y telas.
Los
blancos se fueron apoderando de nuestras tierras y muchos de los nuestros
cayeron asesinados como si fueran animales salvajes, cazados como venados.
Una
tarde llegamos a San Juan de Payara que fue fundada en 1768 por los padres
capuchinos, levantamos nuestro rancho al lado de unas diez famillas que vivían
allí. Entonces, comenzamos a trabajar con el blanco Don Vicente Alfonzo, un
canario de mucha plata, que trajo ganado y nos enseñó a hacer queso y a
cultivar cacao en esas tierras y allí
fue la primera vez que vimos a hombres negros. Hombres y mujeres tratados como
esclavos. Si, eran esclavos. Nosotros en cambio, éramos “libres” y podíamos
desplazarnos a dónde quisiéramos, pero ya nuestras tierras se habían perdido a
sangre y fuego. Entonces, nos convertimos en servidumbre.
En el
año 1770 me bautizaron y me dijeron que mi nombre sería “Flor del Campo”, que
es lo que significa Xilopin. Aunque mi
familia me llamaba siempre Xilopin.
Así
entré a trabajar con el señor Alfonzo,
quien era el encargado de todo ese hato, donde yo cocinaba, atendía a los
enfermos, ayudaba en cualquier cosa dentro de la casa. Hice uso de mi
conocimiento curando heridas de todo tipo, de picaduras de serpientes, de
traumatismos, gracias al uso de hierbas y menjurjes cuyo conocimiento se
obtiene por herencia y la experiencia de muchas vidas… Fui partera de todos
esos alrededores por mucho tiempo. Yo vi nacer mucho negrito. Así fue como vi
nacer a Pedro José Eusebio en 1790, al negro Mindola, a Juan Rafael…. Yo fui
partera en el nacimiento de todos esos negritos. Cuando nació Pedro Camejo,
recuerdo que pensé:
“…que traiga su arepa y su tambor
debajo del
brazo,
para que
aguante tanto maltrato”
Más
tarde me pregunté:
¿Quién
me dice, que yo no puedo transmitir a un negro mis conocimientos de curandera?
Si el negro quiere aprender los secretos de la vida, lo hace, porque ellos no
son animales. Si señor. Y les digo, que esos negritos eran muy resabiados y
aprendían el arte de curandero como beber agua, parece que lo llevaban en la
sangre… ¿Y por qué me pregunté eso? Bueno muy sencillo, es que el negrito Pedro
Camejo tenía ojitos de brujo…
*Nota : el historiador apureño Argenis Méndez Echenique, quien
desde hace años escudriña en la vida de este valiente soldado (Pedro Camejo) , de
nuestra gesta independendista, considera
a Camejo como “...el representante más genuino y destacado de la presencia
afrovenezolana en nuestra tierra llanera”
*Nota : La documentación cierta que se tiene está en el
ARCHIVO General de la Nación ,
sección Héroes de la Independencia Hispanoamericana donde se establece
que era vecino de San Juan de Payara cuando se unió al ejército Libertador.
Leerás también que era del Alto Llano, y éste no es nunca ese pueblo del Llano.
Es decir, que Pedro Camejo nació en las inmediaciones del Ato llano apureño y
nunca en el pueblo de Payara.
2
Mindola, el negrito
En el hato “Las Tapias” vivíamos unos cuantos negros. Era un hato inmenso
cuyas extensiones se perdían de vista. A veces pastoreamos el ganado, que
andaba libre entre los pastizales infinitos. Recuerdo que salíamos a recoger el
ganado y pasábamos días dormitando en la llanura arreándolos y aglomerándolos
para marcarlos y reconocer las nuevas crías.
Nacimos
allí los más jóvenes porque ese hato tenía como 20 años de fundado. El amo
Vicente Alfonzo era descendiente de los Rodríguez Camejo, era un canario dueño
de todas esas tierras que las surcaban los grandes ríos por el sur, por el
norte, por el este y por el oeste. Él fue quien nos dio su apellido materno, o
sea el apellido Camejo con el cual nos bautizaron, cosa que era de común
proceder en esos tiempos.
Gracias
a Dios no faltaba agua, pero a ninguno nos gustaba bañarnos como Dios manda.
San
Juan de Payara era el pueblo que conocíamos y más nada. Durante 20 años
estuvimos confinados en el hato, en labores domésticas y de campo.
Nosotros
aprendimos a vivir entre la naturaleza, a aguantar el sol inclemente en la
sequía y a sobrellevar las intensas lluvias que anegaban todo, formando lagunas
que duraban meses. Eso si les digo, no nos moríamos de hambre, porque a pesar
que éramos esclavos no nos faltaba la carne, la leche y el queso. También
salíamos a cazar cualquier animalito y entonces en nuestra olla preparábamos un
venado, un chigüiro, un conejo.
El
trabajo era duro. Prácticamente teníamos el machete pegado de la mano. Un día
se desmalezaba y al otro día salía nuevamente el monte. Desde niños jugábamos
entre las vacas, montamos a caballo y nos defendíamos contra las serpientes
hasta con las manos.
Descuartizar
una res, galopar por la llanura eran gestiones que aprendimos como el que va a
la escuela. El llano fue nuestra educación, aunque no aprendimos a leer ni a
escribir. Éramos animales de trabajo sin un peso en el bolsillo.
El
joropo sonaba en la casa del amo cuando había alguna celebración, pero el
cuatro se quedó guindado en algún palo para alegrar un domingo con un trago de
aguardiente. Nosotros nos reuníamos en fin de año con algunos negros de otros
hatos y bailábamos nuestros tambores en la fiesta de San Juan, cuando nos daban
un permiso bajo amenaza de buscarnos para matarnos, si no regresábamos. Así era
la cosa.
De
todos nosotros, Pedrito era el más dicharachero. Era como el hermano mayor de
todos y nos cuidaba de cualquier peligro en la faena diaria. Yo diría que el
negro Pedro, era un líder nato. Era el centro de las conversas y animaba hasta
un velorio. Pero, también era el más castigado por lo contestón y rebelde. Ni
camisas, ni zapatos tuvimos en ese tiempo.
Éramos
descamisados y pata en el suelo.
* NOTA : Otro aspecto en torno al Negro
Primero sobre el que existen dudas es el referente a sus rasgos negroides, de
labios gruesos, nariz achatada y pelo recio, como es presentado comúnmente en
retratos y bustos.
El historiador Argenis Mendez Echenique cita a autores como Rafael
Bolívar Coronado (el autor del Alma llanera), quien en su libro El llanero,
escrito con seudónimo, deduce el origen mestizo de Pedro Camejo. Otros autores
comparten la tesis de que el Negro Primero no era un exponente racial puro.
**NOTA : Otro autor, Palma Labastida, también duda de
la negritud pura del lancero: “A pesar de
llamársele comúnmente ‘Negro Primero’,
no creo que era un exponente racial puro como en otras naciones. En Venezuela y
principalmente en Apure, de donde era oriundo, fue muy acentuada durante la Colonia el cruce del negro
esclavizado con la raza indígena, predominante en número en esas llanuras, como
también con los blancos que allí moraban, lo cual se ha perpetuado hasta
nuestros días. Pedro Camejo fue un producto híbrido, y la sangre indígena que
también corría por sus venas, lo vinculó a esta tierra donde nació y vivió,
como una nueva savia que del propio suelo se nutría el árbol robusto del samán
llanero...
NOTA: Negro Cimarrón, de Luis Rapozo
Corría desesperadamente, saltaba
riachuelos sorpresivos que bajaban furtivos desde la montaña. Los arbustos se
perdían a mis espadas, mientras ascendía en la tierra desconocida: entré en una
especie de santuario, sin pagar tributo.
Deseaba terminar lo más pronto posible con
el escape de la esclavitud y conseguirme en algún lugar con negros que habían
huido de la opresión. Abajo, a lo lejos,
se escuchaban voces ocasionales y ladridos permanentes de bestias
intransigentes.
Mis pies descalzos eran ingobernables,
parecían independientes de mi corazón y de mi pensamiento. Me convertí en
viento, soplando paso a paso; arrastrando la tierra negra, generosa, materna y
afectuosa, que recibía el peso de mi
cuerpo.
Descansé brevemente entra platanales
silvestres. Calmé el hambre olvidada por la caminata. Nunca había percibido la
intensidad del canto de los insectos y las aves con esa sensación nueva de
libertad: Volví de nuevo en mí y continué con la marcha. Tenía tres días sin
dormir; y me balanceaba sobre mis piernas con el miedo constante de despertar
capturado por los esclavistas.
Ya no me molestaban as heridas de los
latigazos, pero el dolor, lo sentía en el alma. En un momento, parecía estar
soñando y en realidad corría como sonámbulo.
Llegó un momento en el cual no sentía mis piernas, ni mis
manos: casi ni respiraba. Entonces, me pareció que fui tomado por dioses azules
que me halaron por los hombros y me depositaron en lo alto de bosque.
Cuando abrí los ojos, ya era de día.
Desperté rodeado de un círculo de negros cimarrones. Me puse a llorar sin poder
controlar la humedad en mis ojos y no pude disfrutar de vuelo de una bandada de
pericos y azulejos, que surcaron el cielo.
3
Don Vicente Alfonzo, el encargado.
Más de veinte
años administrando el hato sin ninguna otra presencia de hombre blanco daba la
impresión a cualquiera que yo era el propietario. Prácticamente mi vida se me
iba viviendo en los llanos apureños sin salir de allí, salvo muy raras
circunstancias. Por supuesto que yo cuidaba todo celosamente y con la mayor
honradez. Nunca me robé nada y mis cuentas siempre estaban claras y en orden,
cada vez que enviaba informes a los dueños de esas tierras, los otros
descendientes de los Rodríguez Camejo, las respuestas eran de satisfacción por
los mismos, mientras se observaba el crecimiento constante de los rebaños
vacunos y caballar, además de los productos procesados que elaboramos y de las
siembras controladas de yuca y otros vegetales.
Administrar ese inmenso territorio que
cruzaba el río meta y se internaba en el Casanare era sentirse muy poderoso,
como si uno fuera el gobernador de esos lugares, con decisión sobre las vidas
de todo aquel cristiano , o no bautizado
que viviese en esos predios incluyendo indios de diferentes familias que vivían
y transitaban por esas aguas y sabanas.
Ciertamente tenía a mi cargo un grupo
de esclavos que eran propiedad de los Camejo y yo procuraba sacar el máximo
provecho de ellos, tratando de controlar su flojera, su evasión, su tedio y
sobre todo sus caracteres preñados de odio hacia el amo, que a veces sabían
ocultar su resentimiento con una sumisión de mentira, cosa que unos buenos
latigazos remediaban para poner las cosas en orden y recordarles quién es el
amo.
Cuando se dio el grito de independencia
nosotros nos enteramos de los detalles al cabo de varias semanas y la vida
seguía igual para nosotros, quienes tomamos una actitud muy pasiva. En eso se
nos fueron dos años hasta que el General Miranda capitula y todo vuelve al
desorden, la persecución y la expectativa de qué iba a pasar en estas colonias.
Efectivamente, después de 1812 todo
indicaba que iríamos a la guerra y así
fue. Hasta los brujos negros e indios vaticinaban un terrible conflicto
por venir, cosa que yo no le daba importancia para tratar que la gente se me
quedara tranquila, pero en 1813 ya no se podía ocultar el sol con un dedo.
Entonces, terminé aceptando que en el centro de Venezuela la cosa estaba muy mal
y que en cualquier momento la guerra llegaría a nuestras tierras.
Efectivamente, así sucedió como si el destino estuviese escrito en los tabacos
de los negros y se apareció el General canario José Antonio Yañez con 2500
hombres tras de él, pidiendo vituallas, ganado y caballos para apertrecharse en
nombre del rey para marchar a la guerra.
Yañez tenía tomado todo el Apure, al igual que
Barinas y se disponía a subir hacia Acarigua para enfrentar a los mantuanos.
También reclutaba hombres, pero nosotros no teníamos hombres españoles que
ofrecerle; lo que teníamos eran indios, negros, mulatos, zambos, los cuales
fueron aceptados y les ofreció plata, y todo lo que le quitaran a los mantuanos
como si aquello fuera un saqueo de gigantescas proporciones.
Así se marcharon un día varios de
mis hombres tras el ejercito de
Yañez con tan solo sus pantalones, el
pecho descubierto, con los pies descalzos, una lanza en una mano y un cuchillo
largo en la otra. Entre ellos se fue el negro Pedro Camejo, a quien yo
particularmente lo tenía vigilado por temor a que se me alzara y me hiciera un
levantamiento. Esa noche dormí tranquilo.
4
José Antonio Yáñez, el caudillo
Yo
emigré a Venezuela en 1805 en donde me instalé como propietario de una tienda de
mercería en Caracas.
Tras la ocupación de Caracas por Domingo de Monteverde, la guerra me obligó a
enrolarme como soldado en Barinas.
Demostré capacidad y valor como jefe de montoneras.
Como caudillo, mi poder se basaba en mi prestigio personal, reconociendo solo
de manera formal la autoridad del Capitán General, pero no la de militares de carrera
como José Ceballos.
Siempre fui permisivo a que mis hombres saquearan y masacraran.
Había conseguido crear con quinientos
hombres un batallón de infantería de milicias del país al que puse el nombre de Batallón Numancia, así como formar dos
regimientos de caballería de a cuatro escuadrones de 125 hombres cada uno.
De mis tropas solo 600 iban con fusiles, el resto con lanzas, todos a
caballo. Mis fuerzas, al momento
de la Campaña Admirable (1813), eran 1.500 hombres.
Yo, destaqué en la lucha contra la Segunda República de Venezuela al igual que Boves y Morales, contra
los intereses mantuanos que la revolución representaba. A partir de 1813 la guerra civil adquiere un carácter
cada vez más sanguinario, destacando los feroces conflictos étnicos y sociales
desatados. Yo, simplemente ofrecí botín y venganza a nuestros hombres para que
nos siguieran a las batallas. Rápidamente me
apoderé de Apure para luego ir sobre Barinas con 2.500 apureños y 500 barineses.
Boves y yo nunca pensamos en reunirnos para asegurar el buen éxito de la
campaña, como parecía natural, ya que cada uno actuaba con independencia en su
propio teatro de guerra: Boves en los Llanos de Calabozo y
demás de la provincia de Caracas, y yo en San Fernando de Apure y la provincia de Barinas. Derroté a los patriotas en las batallas de Guasdualito y Barinas.
Derroté y tomé prisionero a Antonio Nicolás Briceño , y lo conduje preso a Barinas para
ser juzgado y luego fusilado el 15 de junio de 1813
Bolívar me derrotó a su vez en la batalla de Araure el 5 de diciembre de 1813. Yo me retiro con los dos mil llaneros que aun me
quedaban, entre ellos Pedro Camejo. Producto de esos saqueos fue que el Negro
Primero usó botas, aperos para su caballo, uniforme y algunas monedas que le
despojaba a los oficiales muertos bajo su lanza. Me persiguieron y … mis días
terminaron en un campo de batalla.
Yo siempre decía: “No hay nada mas peligroso
que un negro con sed de vestirse, tener plata, zapatos y sentirse libre con su
cuchillo en la mano”
NOTA
*el Cronista Manuel Aquino dice: “Cuando Camejo sostiene el
dialogo con el Libertador representado por Páez, igualmente le dice que había
ido a la guerra en procura de tres aperos de plata para compartirlos con sus
compañeros de servidumbre Mindola y Juan Rafael.
¡Me llamo Pedro Camejo
realista que se fugó;
solo
aspiro Mayordomo
una casaca marrón
un
penacho bien bonito
que pegue con mi color;
freno y charnelas de plata
un
caballo correlón
una
Santa Catalina,
un machete bien cortón
ser
obediente a su mando,
combatir en pelotón,
encontrar para Mindola
aperos de distinción,
para
el negro Juan (Rafal)
silla nueva con pellón!
Dr.
Fleitas Beroes
5
Matan al caudillo y un negro deserta
El año de 1814 fue especialmente sangriento y los realistas
sufrieron dos bajas importantes: A
comienzos de año matan a Yañez y al final de año, matan a Boves.
Durante los combates
del sitio de la ciudad de Ospino, Yañez es muerto el 2 de febrero de 1814 por
el disparo de un arma de fuego, lo que produjo el desaliento de sus tropas, que
se retiraron a Guanare, recayendo su mando en Sebastián
de la Calzada . Se considera que después de este suceso, el
Negro Primero desertó
y se fue a los llanos apureños, de regreso. Veámos una reseña de la
batalla de Araure:
La Batalla
de Araure que se realizó como
parte de la lucha independentista en Venezuela comandada por Simón Bolívar comenzó
al amanecer del 5 de diciembre de 1813 y tuvo una duración de seis horas, aproximadamente.
Se llevó a cabo en la ciudad de Araure,
en el estado Portuguesa.
Tras la Campaña Admirable, Ceballos y Salomón –reaistas-,
estaban refugiados con cuatro mil soldados en Coro y Puerto Cabello, cada una
de sus ofensivas vencidas los obligaría a volver a sus fortalezas costeras.
Entre tanto, el ejército de Juan Manuel de Cajigal y Martínez, 3.000
hombres, acababa de ser destruido en el este y centro del país ante Santiago Mariño y luego Simón Bolívar. Por último, José Tomás Boves reunía una hueste en los Llanos que pronto alcanzaría los varios
miles.
A finales de 1813 el brigadier José Ceballos,
gobernador de Coro,
ocupaba Barquisimeto con dos mil soldados y acababa de
derrotar en Tierrita Blanca a Bolívar, impidiéndole entrar por
asalto en la ciudad (10 de noviembre). Con esos dos millares de hombres, Ceballos cruzó los Andes y entró en la provincia de Caracas a la espera de unirse con otras
fuerzas realistas de la región y tomar la capital. Por su parte, José Antonio Yáñez se había apoderado de todo Apure y estaba invadiendo Barinas con 2.500 montoneros apureños y 500
barinenses. Poco después se
dirigía con una columna de 1.500 hombres al
centro del país. Así, corianos y
apureños reunieron sus fuerzas cerca de Araure,
amenazando la estratégica ciudad de San Carlos. Ceballos invitó al coronel Carlos Miguel Salomón,
jefe de la guarnición de Puerto Cabello,
a unírseles con 1.700 soldados del regimiento de Granada y cientos de
partidarios locales del rey.6 Sin embargo, el coronel acababa de
sufrir fuertes bajas cuando intento tomar Caracas por su cuenta en Vigirima (25 de noviembre).
Para enfrentarlos, Bolívar reunió un
gran número de fuerzas. El general Rafael Urdaneta da las cifras tradicionalmente
aceptadas: 3.000 hombres. Sin embargo, el historiador Vicente Lecuna sostiene que eran sólo los soldados
veteranos. Si se sumaban los auxiliares y milicianos alcanzaban los 3.700
hombres, a los que se agregaban unos 1.000 hombres traídos por Vicente Campo Elías desde Calabozo y el otro tanto de Manuel Antonio Pulido desde Barinas.
En total, 5.700 soldados. El 12 de noviembre,
las fuerzas patriotas se reunieron en San Carlos y se organizaron en cuatro
cuerpos, partiendo a detener el avance enemigo.
La batalla comenzó al amanecer del 5 de diciembre y tuvo una duración aproximada de seis
horas, al término de la cual quedaron cientos de prisioneros, cuatro banderas y
numerosas piezas de artillería en poder de los patriotas. La batalla fue
decisiva al acabar con el proyecto de los españoles de marchar a Valencia vía
San Carlos y, en vez de ello, se vieron obligados a volver a sus posiciones originales:
Yáñez a Apure y Ceballos a Coro.
Aquí peleó el batallón que en la pasada jornada de Barquisimeto fue castigado por Bolívar, negándole el nombre y el derecho a llevar bandera.
Bolívar en reconocimiento de la valiosa
acción del Sin nombre expreso: «Vuestro valor ha ganado
ayer en el campo de batalla, un nombre para vuestro
cuerpo, y aún en medio del fuego, cuando los vi triunfar, le proclamé del
Batallón Vencedor de Araure. Habéis quitado al enemigo banderas que en un
momento fueron victoriosas; se ha ganado la famosa llamada invencible de Numancia». Bolívar encargó la
persecución de los restos españoles a Urdaneta y volvió a Caracas.
Urdaneta persiguió a Yáñez y Ceballos,
algo que hizo hasta que se detuvo en Guanare.
Acabo con un alto número de bandas de bandoleros y guerrillas realistas,
incluyendo a la de Yáñez, quién murió el 2 de febrero de 1814 en la batalla de Ospino.
El 6 de marzo Urdaneta ocupó Barquisimeto y ordenó
al comandante Domingo Meza perseguir a Ceballos avanzando hacia Quibor con 500
infantes y 25 dragones a caballo, dejándose solo 130 infantes y 50 jinetes con
él para guarnecer la ciudad. Ceballos se enteró de esto y marchó en secreto a
Barquisimeto, atacándola tres días después con 600 infantes y 300 jinetes, tomándola
y saqueándola,16 forzando a Urdaneta a retroceder a Tocuyo y luego a Trujillo. Finalmente se atrincheró en San
Carlos con quinientos soldados mientras Ceballos recomponía sus fuerzas, 800
jinetes y mil infantes, dejando a Sebastián de la Calzada a cargo del asedio. En la noche del 16
Urdaneta evacuo la villa y al día siguiente Ceballos puso marcha hacia Valencia.
Tras Araure no quedaban más tropas
realistas en Venezuela que las de José Tomás Boves, los ejércitos de Yáñez y
Ceballos habían desaparecido, sin embargo, por todo el territorio de la Segunda República
se producen alzamientos campesinos a favor del Rey. Los republicanos eran dueños del
Occidente: en Barinas apenas quedaban guerrilleros, Coro no tenía defensas
contra el avance de Urdaneta y en Trujillo quedaba sólo Carache como núcleo monárquico. A pesar de contar con un ejército
poderoso de 10 batallones, 25 compañías de artilleros, zapadores y cazadores y 6
escuadrones de húsares y lanceros, en total unos 8.000 a 10.000 hombres,
aquella fuerza estaba muy dispersa y al no contar con apoyo popular los
republicanos no podían recuperarse facílmente de sus bajas como lo hacia Boves.
Entonces, el desaliento mermó en las filas
realistas y muchos lanceros desertaron,
desde la batalla de
Araure; al
perderse esta acción bélica, Pedro Camejo volvió a Apure-según relató Páez-,
quien se fue a
los llanos barineses y apureños a ocultarse.
NOTA
Como el Negro Primero era todo una chercha
y una mamadera de gallo, sabía que sus compañeros iban a echar una broma
delante del Libertador; les había ordenado que no le dijeran a Bolívar que
había sido realista y que participó en el campo contrario en la batalla de
Araure en 1813.
NOTA
Y contó que en Araure le estaba quitando el
uniforme al cadáver de un blanco cuando dieron la orden de montar a caballo
para huir y él se molestó, porque no podría conseguirle un uniforme para el
negro Mindola, otro para Juan Rafael y otro para él. Los presentes se echaron a
reír con la salida del Negro Primero.
NOTA
El negro
desertó, pero también lo hicieron unos 200 combatientes
Obtuvo la
Orden Libertadores por su participación en la batalla de Las
Queseras del Medio, junto a 150 hombres más.
Hoy como ayer
Como ha sido siempre
Cuando comienzan los disparos,
El negro va de primero
6
6
Escondido en los llanos Apureños y Barineses entre los brazos de la negra Juana Solórzano
Como en toda
historia de cualquier hombre, siempre hay un capitulo sobre sus amores. Asunto
que le da un toque especial y humano a la vida. En el caso de Pedro Camejo se
sabe de sus amores con la negra Juana Andrea Solórzano, con quien se casó, o
por lo menos era su pareja reconocida. Al punto, que en 1846 o 1847 el mismo
General Páez le reconoce como su viuda y entonces le entrega los haberes militares
que le correspondían a Camejo. De esa manera, le entrega unas tierras en
Barinas. No se sabe si las vendió o vivió en ellas. Es un asunto que se encuentra
en investigación. Durante el proceso de entrega de ese montepío se desconoce si
tuvieron hijos porque la negra no
manifestó nada al respecto y Páez no dejó ningún testimonio sobre ese
particular.
Lo que si sabe, es que Camejo después de desertar llegó a los llanos
apureños sin un peso en el bolsillo y más bien pedía ayuda en el camino para
comer, asunto que causaba mucha suspicacia de la gente y el mismo negro decía
que era preferible no pedir ayuda, para evitar el mal rato. Lo que si sabe es
que estuvo robando alguna res para comer.
Muchos años después, el mismo Bolívar
le llegó a preguntar:
¿Por qué usted mataba las vacas que no le
pertenecían?” y replicó Camejo: “Por supuesto, y si no, ¿qué comía?
7
El Negro Primero, pide incorporación al ejército
patriota
El 8 de Octubre de
1816, Páez se crece victorioso en la
Batalla de El Yagual, lo que significó liberar completamente
los llanos apureños del dominio español. Allí Bolívar lo asciende a teniente
coronel y tan pronto se asienta en esos llanos, se le presenta el negro primero
pidiéndole formal ingreso al ejército patriota.
Camejo había recibido
la jerarquía de teniente y tenía su propio grupo al que comandaba dentro del
ejército de Páez. Con ese grado asistió a la hazaña de las Queseras del Medio el 2 de abril[]
de 1819 donde recibió junto a 152 combatientes la
orden de los Libertadores de las manos del propio Bolívar, quien presenció el
encuentro.
Desde 1816 e Negro Primero estuvo presente en
as importantes batallas que ideró e catire Páez hasta Carabobo, donde se cubrió
de gloria.
El general Páez, en su Autobiografía tiene
palabras encomiásticas hacia él. “Continuó a mi servicio, distinguiéndose
siempre en todas las acciones más notable, y el lector habrá visto su nombre
entre los héroes de las Queseras del Medio”, dijo Páez.
8
Un 24 de Junio de 1821: Ese dia de gloria
para la patria, muere el Negro Primero
Cuenta Páez, el caudillo llanero, que el día
antes de enfrentarse en la batalla de Carabobo, Camejo arengó a los
soldados suyos imitando el lenguaje usado por el general Páez en similares
circunstancias, para infundir valor y confianza y les añadía que “las puertas
del cielo se abrían a los patriotas que morían en el campo, pero se cerraban a
los que dejaban de vivir huyendo delante del enemigo”.
A fines del siglo XIX, el escritor Eduardo Blanco acuñó la
manida conseja de que Camejo fue a despedirse mal herido del general Páez antes
de morir. Pero fue demostrado en el sesquicentenario de Carabobo en 1971 que
estas frases las acuñó el historiador romántico de Venezuela Heroica,
copiándola de un hecho similar acaecido en una batalla en Europa. Comentó a un
destacado historiador bolivariano en su tiempo, que acuñó la frase para que
resaltase la presencia de un negro en la historia patria. Así como esa están
llenas las páginas de la historia de falsedades y consejas. El propio Páez se
encarga de desmentir lo que le acuñarían años después, al decir: “El día de la
batalla, a los primeros tiros, cayó herido mortalmente y tal noticia
produjo después un profundo dolor en todo el ejército. Bolívar cuando lo supo,
la consideró como una desgracia y se lamentaba que no le hubiese sido dado
presentar en Caracas a aquel hombre que llamaba sin igual en la sencillez”. No
hubo tiempo para decir ni pío. Fue herido mortalmente, explica Páez y nadie que
se esté muriendo va a pronunciar todas esas palabras presentando una herida
mortal de necesidad. Loor al Negro Primero, héroe de la Patria.
Es gracias a
la Autobiografía
de Páez, que se desmiente el cuento que dice que le dijo a Páez en la Batalla de Carabobo “vengo
a decirle adiós porque estoy muerto”, es invención de Eduardo Blanco.
Históricamente, es mentira.
EL
TESTIMONIO DE PÁEZ
La
autobiografía de Páez es la principal referencia que se tiene en cuanto al
origen de Pedro Camejo, en la que el centauro se refiere al origen de su fiel
soldado y detalla su personalidad.
“Entre todos con más cariño recuerdo a Camejo,
generalmente conocido entonces con el sobrenombre de “El Negro Primero”,
esclavo un tiempo, que tuvo mucha parte en algunos de los hechos que he
referido en el transcurso de esta narración. Cuando yo bajé a Achaguas después
de la acción del Yagual, se me presentó este negro, que mis soldados de Apure
me aconsejaron incorporase al ejército, pues les constaba a ellos que era
hombre de gran valor y sobre todo muy buena lanza. Su robusta constitución me
lo recomendaba mucho, y a poco de hablar con él, advertí que poseía la candidez
del hombre en su estado primitivo y uno de esos caracteres simpáticos que se
atraen bien pronto el afecto de los que los tratan. Llamábase Pedro Camejo y
había sido esclavo del propietario vecino de Apure, don Vicente Alfonso, quien
le había puesto al servicio del Rey porque el carácter del negro, sobrado celo
de su dignidad, le inspiraba algunos temores. Después de la acción de Araure
quedó tan disgustado del servicio militar que se fue al Apure, y allí
permaneció oculto algún tiempo hasta que vino a presentárseme, como he dicho
después de la función del Yagual. Admítilen mis filas y siempre a mi lado fue
para mí preciosa adquisición. Tales pruebas de valor dio en todos los reñidos
encuentros que tuvimos con el enemigo, que sus mismos compañeros le dieron el
título de El Negro Primero. Estos se divertían mucho con él, y sus chistes
naturales y observaciones sobre todos los hechos que veía o había presenciado,
mantenían la alegría de sus compañeros que siempre le buscaban para darle
materia de conversación...”.
Añado otra
cita: “el día antes de la
Batalla de Carabobo, que él decía que iba a ser la ‘cisiva’,
arengó a sus compañeros imitando el lenguaje que me había oído usar en casos
semejantes, y para infundirles valor y confianza les decía con el fervor de un
musulmán, que las puertas del cielo se habrían a los patriotas que morían en el
campo, pero se cerraban a los que dejaran de vivir huyentando delante del
enemigo. El día de la batalla, a los primeros tiros, cayó herido mortalmente, y
tal noticia produjo después un profundo dolor en todo el ejército.
Bolívar
cuando lo supo, la consideró como una desgracia y se lamentaba de que no le
hubiese sido dado presentar en Caracas aquel hombre que llamaba sin igual en la
sencillez, y sobre todo, admirable en el estilo peculiar en que expresaba sus
ideas”.