Dos activistas presos, por lavar dinero
Luís Alfredo Rapozo
Luís Alfredo Rapozo
Ese domingo iba para mi casa después de visitar a mi prima Isabel en Valle Abajo, muy cerca donde viven las hermanas de Maduro y cuyos exteriores son custodiados por cuatro militares metidos en una casa ambulante, con oficina y ventana que mira al apartamento de las mencionadas como si fueran perros entrenados para custodiar a su amo mientras duerme.
Yo estuve pensando que esta manera de cuidar a una personalidad es extraña, como escapada en el tiempo, con tanta tecnología y tanta facilidad que aporta el modernismo militar. La verdad, me sentí transportado a los años de la guerra fría cuando Nikita Khrshchev vivía en su nube de espionaje contra los norteamericanos y viceversa.
Cuando voy por la Av. Las Acacias dos camionetas del SEBIN rotuladas con la palabra COMANDOS se me atraviesan y estacionan delante mío impidiendome seguir circulando, en plena avenida y dos funcionarios vestidos con el uniforme camuflajeado negro, con pasamontañas, lentes, armas largas, guantes, botas largas se bajan de la misma como si fueran dos personajes de una película de “Misión Imposible” con todo y música. Yo pensé que me iban a joder a considerar las cosas que se están viendo y las ollas que se montan y hasta me imaginé al ministro del interior frente a las cámaras del canal ocho declarando con su voz de comiquita e imagen de los años sesenta que habían capturado a un peligroso paramilitar intentando volar por los cielos cualquier cosa en una acción terrorista y que sus huesos, los míos, fueron a parar a la penitenciaría de San Juan de los Morros como le sucedió inesperadamente a Pancho Márquez Lara y a Gabriel San Miguel, ustedes saben-quienes fueron ruleteados por medio país y acusados de no se qué cosa, cuando estaban representando a la MUD en la revalidación de las firmas para el revocatorio en los llanos centrales-, porque me había quedado exactamente detrás de su vehiculo, pero los dos funcionarios me pasaron por un lado con la rapidez de un comando israelí y se metieron en una panadería, seguramente a comprar cigarrillos y pan dulce para salir inmediatamente, montarse nuevamente en su camioneta de combate y picar cauchos rumbo a su comando general en el helicoide con la bulla y el aguaje como si vinieran de una misión súper peligrosa , entonces, se comieron la luz y casi bombean a un viejito que iba conduciendo su vieja camioneta Apache de los años cincuenta.
Todo esto lo pone a pensar a uno, mientras me dirigía a mi casa transitando por una Caracas tranquila, recién salida del revocatorio y con mucha gente en carretera disfrutando de su puente, pues no hubo actividad el viernes 24 de Junio, día de San Juan y de la batalla de Carabobo; Les decía que me puse a pensar que la gente del gobierno se cree el cuento de la guerra económica; se cree el cuento de una feroz arremetida del imperialismo yanqui moviendo sus hilos de la CIA en componendas y tapujos; que se la pasan conspirando para tumbar a Maduro y acabar con un gobierno bananero como lo hicieron con el coronel Kadaffi, sepultando más de 40 años de revolución verde, en Libia. Entonces, me fui por la Av. Fuerzas Armadas buscando el norte de la ciudad muy pendiente de no encontrarme a Mr Napoleón Solo y al sin par Illya Kuryakin en el camino y meterme en un gran lío inexplicable para quedar tras las rejas como un preso político más de esta revolución de canal ocho.