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Venezuela la patria del Comandante Hugo Chávez del revolucionario bolivariano, del hombre que junto a su pueblo intentó cambiar, transformar políticamente, la seudo democracia existente de los viejos partidos políticos. Pero antes de su plena realización la muerte lo adelantó, pero la herencia política que deja el Comandante Chávez en Venezuela y en América latina es extraordinaria. Después de la histórica Revolución Cubana, hubo muchos intentos y formas de “hacer la revolución”, porque todas fracasaron, unas por “ser copia y calco” y otras porque en el propio camino fueron derrotadas por un poderoso enemigo imperialista, siempre atento a defender sus intereses y no permitir otra revolución, otra Cuba en Nuestra América. Hugo Chávez comprendió con mucha sabiduría, que las revoluciones no se repiten, no son copia y calco, había leído al Amauta peruano José Carlos Mariátegui y de él aprendió que las revoluciones son “creación heroica de cada pueblo”. El proceso revolucionario bolivariano responde políticamente a su propia realidad, es creación heroica de su propio pueblo por décadas traicionado, por los viejos partidos políticos, por los candidatos presidenciales que ofrecían una y mil maravillas, pero una vez en el gobierno gobernaban para su clase. Chávez comprendió e interpretó este proceso latinoamericano – aprendió mucho del fracaso de la Unidad Popular en Chile, del Presidente Allende y de todos los revolucionarios de América Latina – sistematizó este conjunto de experiencias revolucionarias y emprendió en el país “llanero” su propio proceso político revolucionario, tomando como guía las enseñanzas históricas, del Líder de la Independencia de América, Precursor y Paradigma revolucionario a uno de los más grandes patriotas latinoamericanos: Simón Bolívar.
Hoy este proceso revolucionario está siendo atacado económica y políticamente por una derecha que siempre se ha creído dueña del poder y propietaria de la democracia, del Estado, de la libertad, la justicia, etc. Este proceso bolivariano está en el ojo de la tormenta de la reacción derechista mundial, en especial por parte de la dictadura de los medios de comunicación como integrante de los poderes facticos globales. La Democracia está en serio peligro político, la brutalidad fascista está en pleno avance – no olvidemos las experiencias dolorosas de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y la Caravana de la muerte - , la guerra económico-financiera es absoluta, hegemónica y destructiva. La reacción, la brutalidad y el fascismo no es cosa de juego, es enfrentar políticamente a un enemigo disfrazado de democracia, de libertad, de justicia, de derechos humanos. Ustedes saben la derecha política y económica, nunca a lo largo de la Historia de la Humanidad se ha presentado con su verdadera cara, siempre ha utilizado una careta que le sirva de disfraz y esconda su verdadero rostro de clase. Hoy está haciendo lo mismo en Venezuela. Se presenta como abanderada de la democracia – y miren como a nivel de América latina se mueven, actúan, protestan los corruptos, los ladrones, los que verdaderamente violaron Los Derechos Humanos. Hoy como gritan y se rasgan las vestiduras. Hablan de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y cuando todos estos destructores de la política, fueron gobierno, en realidad son los mismos que hoy atacan en Venezuela disfrazados de demócratas de defensores de la libertad- de que libertad pueden hablar si son los primeros en oprimir y explotar al pueblo por décadas y lo que ellos defienden es la libertad de empresa para garantizar la estabilidad política por encima de los derechos más importantes de los pueblos y de los Ciudadanos en general.
Está la huella digital histórica del proceso revolucionario bolivariano. "creación heroica de su pueblo". La Histórica Revolución Cubana, presente en Venezuela en el siglo XXI, pero con su propio modelo, con sus propios actores sociales y políticos y su propia doctrina: el Socialismo del Siglo XXI.
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El parto es doloroso, pero es propio y responde a las necesidades de su propio pueblo, es un proceso democrático revolucionario, expresado, ratificado en más de 12 procesos políticos electorales. Es un proceso político que tiene legitimidad, porque es expresión política, social de su propio pueblo en defensa de la patria. La riqueza petrolera y gasífera de Venezuela, es en un última instancia el plato de oro, su biodiversidad y los conocimientos ancestrales de sus pueblos y comunidades hoy son la verdadera disputa de los monopolios y corporaciones mundiales alimentarias, farmacéuticas, etc. es el verdadero tesoro de sus vastos territorios, que la derecha apetece para servirle en fuente de plata –democracia disfrazada, derechos humanos violentados, libertad de empresa, justicia para los ricos, es la gobernabilidad que hoy está presente en Venezuela y quiere ser impuesta por la derecha a sangre y fuego, servir a sus amos imperiales y para ello cuenta con la “gran prensa” de América Latina, La Sociedad Interamericana de Prensa. La SIP. Los periódicos, la televisión, las radios, las revistas, la industria cultural propia de la globalización, los monopolios y corporaciones mundiales ellos son los que hoy atacan violentamente al pueblo venezolano.
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¿Qué está en disputa en Venezuela?.
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Por Nicolás Lynch
Otramirada lunes 24 de febrero del 2014.
La avalancha mediática de la derecha local e internacional ha salido nuevamente, cual Santa Inquisición, a comulgar y excolmulgar actores políticos por su actitud frente a la coyuntura venezolana. Nos brinda así, por contraste, una nueva oportunidad para ver dónde está cada quien respecto de la democracia, la relación con su pueblo y los recursos de la nación.
¿Qué está en juego entonces? La democracia, simple y llanamente. Pero no la democracia de élites con ajuste económico y precariedad permanente como la que vivimos en el Perú, sino la democracia de mayorías con activa participación del pueblo y proyección continental como la que ha buscado construir el chavismo en los últimos quince años. Las pruebas están en los números. El gobierno bolivariano ha ganado 18 de las 19 elecciones que se han llevado adelante desde que llegó al poder y los venezolanos, de acuerdo al latinobarómetro, ocupan el sétimo lugar en satisfacción con la democracia con el 42%, mientras los peruanos estamos a la cola en el puesto 16 con el 25% de satisfechos. Si uno lee o mira la prensa monocorde que tenemos en el Perú se podría preguntar ¿qué pasa? ¿acaso hay un pueblo de locos en Venezuela?
Lo que sucede es que se trata de una democracia que se ha esmerado en satisfacer los derechos sociales de la población: educación, salud, trabajo y pensiones. Para muestra basta el salario mínimo, el segundo más alto en América Latina luego de la Argentina, con 472 dólares y aquí 267, y la proporción salario mínimo-sueldo de ministro, tan de moda en estos días, que aquí es de cuarenta veces y allá de nueve. Lo que sucede es que los que disfrutaban antes de la renta petrolera –el capital trasnacional y las clases altas–, ya no lo hacen más porque esta renta ha sido transferida, por distintos canales a la mayoría de la población. Recordemos además, que Venezuela posee las mayores reservas mundiales de petróleo, a tres días en barco de los Estados Unidos, lo que la hace un bocado apetitoso para los poderes mundiales. Por ello, desde el primer momento, Hugo Chávez puso la independencia nacional y la integración continental a la cabeza de su agenda, señalando que sin ellas es imposible un futuro para América Latina.
Todo esto no le gusta a la derecha ni a los poderes internacionales por lo que cada vez que han tenido oportunidad, desde el golpe fallido de 2002 y la huelga petrolera de 2002-2003, han desarrollado campañas mediáticas masivas pintando una situación de enfrentamiento dictadura/democracia, donde la dictadura ha sido el chavismo y la democracia todos sus opositores. Como vemos esta es una imagen falsa. Lo que existe, con los matices correspondientes, es un gobierno que impulsa un proceso de cambios sociales y políticos con un apoyo popular inédito y unos poderes establecidos que lo resisten. Un proceso que desde el principio ha tenido efectos progresistas en el resto de la región latinoamericana y cuyo final –anhelado por la derecha de nuestros países- podría provocar una regresión de proporciones.
Esto no quiere decir que no haya problemas. Antes y ahora, el gobierno chavista ha tenido actitudes autoritarias, tanto en su relación con la oposición como en su relación con los medios de comunicación. Este autoritarismo junto con la férrea oposición de derecha al régimen político aprobado en la Constitución de 1999 ha llevado a una aguda polarización. No es casual que la manifestación que empezó el actual espiral de violencia el miércoles 12, encabezada por el líder opositor Leopoldo López, tuviera como objetivo explícito el cambio de régimen -el famoso “regime change” en la jerga del Departamento de Estado de los Estados Unidos- y que en el curso de la misma cayera el primer muerto, un líder chavista de base alcanzado por un balazo en la cara. Estas agresiones parecen haber sido respondidas con similar violencia generándose un clima que hasta ahora ha cobrado diez víctimas.
Por otra parte el modelo de desarrollo, el estatismo rentista petrolero, tiene virtudes y defectos. Por un lado recupera el recurso para que lo use la nación, a diferencia del Perú donde la renta minera y gasífera se la llevan las transnacionales fuera del país, pero por otra genera un tipo de reparto que no sabemos cuan sostenible será en el tiempo. El buen uso de la renta petrolera, en beneficio del pueblo y no de las trasnacionales, es el gran reto que tiene este o cualquier otro gobierno en Venezuela.
Empero, si la polarización continúa la víctima va a ser la democracia, me atrevería a decir que casi cualquier democracia. Hay urgencia entonces de un diálogo entre el gobierno y la oposición para terminar con la polarización. Lógicamente tiene que ser un diálogo en los marcos de las leyes y la Constitución venezolanas, de lo contrario estaríamos pasando por encima de la voluntad del pueblo expresada en las urnas. Esto le daría la razón a la oposición radical que quiere un cambio de régimen asaltando el poder desde la calle. Se extraña que organismos como Unasur, hace poco tan activos para enfrentar procesos de desestabilización política, no hayan manifestado su disposición para facilitar una salida en el sentido señalado. Esperamos que la democracia venezolana recupere su cauce y el pueblo de ese hermano país pueda profundizar las transformaciones emprendidas por su gobierno progresista.*****
Estos son los "demócratas" venezolanos que hoy atacan la democracia y el proceso revolucionario bolivariano. Simplemente es una juventud engañada y movida por los grandes monopolios y corporaciones y el propio imperialismo, que quiere en definitiva la Patria del Comandante Chávez. Pero los revolucionarios lucharan hasta el final a defender sus propio proceso revolucionario.
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VENEZUELA NO ES ESPAÑA.
La República viernes 28 de febrero del 2014.
Mirko Lauer.-
Con todas las diferencias del caso, el conflicto en Venezuela tiene facetas que engañosamente evocan la guerra civil española de 1936-1939. Cuando Nicolás Maduro habla de fascistas para referirse a sus críticos, la única explicación que viene a la mente es que él está pensando en las fuerzas enemigas de la República Española, con Francisco Franco a la cabeza.
La comparación no tendría ni pies ni cabeza, puesto que ni la oposición es fascista, ni hay socialistas o liberales en el gobierno acosado. Pero allí está la palabrita, como un talismán de otro tiempo y otro contexto, ya casi perdida la carga emocional que tuvo para las izquierdas del mundo durante buena parte del siglo XX. ¿Queda algo de esa carga todavía?
Una faceta menos engañosa es la disposición de izquierda y derecha en algunos países de América Latina a dirimir en casa un conflicto ajeno, y lejano. La idea en ambos lados es que hay que salvar Venezuela, y algunos incluso afirman (como se sostenía en los años 30) que en el escenario venezolano se está decidiendo el futuro de una zona geopolítica mucho más amplia.
Para lo anterior se viene usando el método de los escenarios catastróficos. Por ejemplo, el putsch a la cubana, una posibilidad planteada en esta columna, versus el golpe militar a la chilena. En efecto, desde hace ya buen tiempo hay analistas para los que la situación venezolana no tiene salida pacífica.
Aunque el gran exportador e internacionalizador del conflicto (otro rasgo de la guerra en España) es el propio Maduro, con su insistencia en que sus problemas de esta hora son incubados por fuerzas del exterior. Lo cual convoca una imagen de agentes estadounidenses, cubanos, chinos, colombianos y, por qué no, iraníes moviéndose en ese conflicto.
Aun si fuera exacta, no sería ni remotamente una imagen de los aliados y eje en un ensayo final para la segunda guerra mundial. En realidad solo los patrocinadores cubanos, los acreedores chinos y los clientes petroleros estadounidenses tienen intereses de real peso en los asuntos de Venezuela, y no parecen interesados en patear el tablero, al menos todavía.
Todo esto viene desatando una polémica de definiciones acerca del conflicto. Dictadura vs democracia es una, que la izquierda rechaza aludiendo a la legitimidad electoral del régimen. Izquierda vs derecha es otra, que a esta última no le gusta tanto. Luego está la versión de la protesta de sectores descontentos de la población. Poco geopolítico, pero muy real.
Mientras ideólogos y políticos toman partido con creciente entusiasmo, los gobiernos buscan la neutralidad y mantienen una considerable cautela ante el conflicto. Casi un siglo después, el modelo maniqueo de la guerra española en verdad solo sirve para mantenerse lo más lejos posible de él.
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La juventud, la verdadera juventud que sale de los barrios de sectores medios y populares, que viene de la clase obrera e hijos de los campesinos son hoy los verdaderos actores y defensores del la revolución bolivariana. Sólo ustedes pueden defender su Revolución. Fuera los intrusos y agentes del imperialismo.***
VENEZUELA: LA GUERRA ACADÉMICA.
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La República jueves 27 de febrero del 2014.
Sinesio López Jiménez.
Ni Maduro es dictador, ni la oposición movilizada es fascista. Los calificativos son gritos de guerra de la aguda polarización sociopolítica de Venezuela. ¿Pueden llegar a serlo? Eso depende de la evolución de la actual situación política venezolana. Si la polarización movilizada continúa (en el contexto de una desastrosa situación económica) y no se abren las puertas del diálogo, Maduro podría dar un autogolpe (a lo Fujimori de 1992) y pasar de una democracia defectuosa con rasgos autoritarios a una dictadura totalitaria de izquierda. Un cambio drástico de régimen político. Si las movilizaciones antichavistas logran dividir a las FFAA venezolanas podría producirse un golpe de Estado a lo Pinochet (con rasgos fascistas) para instaurar a la mala el modelo neoliberal. Tengo la impresión que el intento golpista de un sector de la oposición ha fracasado. Por ahora.
Si no hubiera una polarización social y política y solo existiera una movilización masiva de los opositores de derecha frente a un gobierno aislado podría producirse un golpe ciudadano que abra las puertas a una transición política (y neoliberal) como en Ucrania (que, además, presenta especiales características culturales y geopolíticas). Este no es caso venezolano. Las guerras social, política, económica, mediática y diplomática también han llegado a la academia. En estos momentos se despliegan encendidos debates sobre la crisis del régimen político venezolano y sus probables salidas en las universidades y centros de investigación del mundo.
Quizá el más interesante y de más alto nivel académico enfrenta a dos destacados politólogos que, por lo demás, fueron compañeros de estudios en la misma universidad (Berkeley) y bajo la misma dirección de estudios (David Collier): Steven Levitsky (Harvard) y Maxwell Cameron (British Columbia Vancouver). Levitsky y Lucan A Way escribieron el libro “Competitive autoritarianism. Hybrid Regimen after the Cold Ward” (2010) en el que sostienen que las elecciones por sí solas no hacen a un régimen democrático. Las elecciones pueden ser libres de todo fraude, pero al mismo tiempo injustas porque usan los recursos del Estado, monopolizan los medios y hacen mal uso de la ley. La forma como gobiernan importa mucho para etiquetarlos en términos de régimen político. Un gobierno elegido libremente no puede reprimir a sus opositores ni formar escuadrones de la muerte y llamarse democrático.
Max Cameron ha escrito un artículo crítico aún no publicado (The myth of Competitive Autoritarianisme in the Andes) en el que afirma que el concepto de autoritarismo competitivo se ha utilizado para etiquetar erróneamente varias de las democracia latinoamericanas.
Sostiene que Venezuela está en el límite del autoritarismo competitivo, pero no es tal porque no existe un núcleo duro y mafioso (como en el fujimorismo) que busque perpetuarse en el poder (característica central del autoritarismo, según Juan Linz). Venezuela es un régimen democrático defectuoso cuyas tendencias plebiscitarias han producido una democracia de muy baja calidad.
Luego de la caída del muro de Berlín, Sartori escribió un libro (La democracia después del comunismo) en el que sostiene que el triunfo de la democracia en el mundo es parcial porque ella se impuso como principio de legitimidad, pero no como forma de gobierno. El único criterio que autoriza gobernar es la elección libre y justa de las autoridades. El problema en este caso es cuan injusto tiene que ser un proceso electoral para considerar que el régimen resultante no es democrático. El ejercicio del gobierno puede presentar algunos rasgos autoritarios, como en el caso de muchos gobiernos de AL, sin que los regímenes democráticos dejen de ser tales.