Sociólogo Tulio Hernández: En total degradación sociedad venezolana
Escrito por EJV-Fotos: Archivo
agosto 14, 2013
Muchos quizás no estén familiarizados con el término anomia, el cual suele utilizarse en sociología para referirse a la situación en la que queda sumida una sociedad, cuando dejan de estar claras las reglas de interacción y conducta, por lo que normas y leyes ya no tienen importancia y se genera un espacio en el que miembros de todas las clases sociales incurren en acciones que, en mayor o menor grado, son delictivas, pues se asume que no hay castigos.
Para entender cómo ha surgido esto en Venezuela, se conversó con el sociólogo Tulio Hernández, quien explicó: "El término anomia apareció en el siglo XIX, bajo el impulso del sociólogo inglés Emile Durkheim, para denotar a las poblaciones que migraban del campo a la ciudad, donde se topaban con reglas totalmente diferentes, por lo que no lograban identificarse con el sistema de leyes establecido, cayendo en un caos absoluto de conducta, pues no tenían referencias de hábitos de vida urbana”. Llevando la definición de anomia a la realidad venezolana, Hernández aclaró que éste comenzó a manifestarse hace 30 años en el país, cuando el proyecto del bipartidismo empezaba a hacer aguas en las grandes ciudades. "Se produjo un desapego moral por el pacto social que se había creado, a consecuencia de problemas como el hacinamiento familiar, la falta de control policial y la ausencia de castigo a la violación de las normas. Esto creó un estado en el que todas las clases sociales confluyen en un espacio público que se ha convertido en una selva. Buen ejemplo de esto es el tránsito automotor: Alguien que conduce un vehículo costoso y en Miami se porta bien, aquí es capaz de comerse la luz o tirar basura por la ventana; o un motorizado siente que puede montarse sobre la acera e ir en sentido inverso”, precisó, añadiendo que esta situación se fue contaminando hasta el caracazo, evento en el que la anomia empezó a alcanzar un nivel máximo, ya que cada persona se sintió con el derecho de cobrar la parte del botín petrolero que "le correspondía”.
Anomia exacerbada
Durante los últimos 14 años, según Hernández, en lugar de revertir este proceso anómico, el gobierno chavista ha exaltado la idea de que la ilegalidad es buena y que el sistema de relaciones "que los oficialistas califican de burguesas”, es decir, cumplir las normas y ser respetuoso, es malo porque se trata de una especie de sumisión. "Por lo tanto, la forma verdadera de liberación es la irreverencia. Y como el difunto presidente Chávez era un gran populista, en vez de enfrentar el fenómeno de la violencia con prevención y sanción, decidió que no debía tratarse la pobreza, ni meter en prisión a los maleantes. Entonces ya nadie molestó a los colectivos armados y las cárceles se convirtieron en centros de formación militar. La anomia ha llegado a tal punto que no importa si un gobernante es también ladrón, o si en un recinto penitenciario hay armas de guerra, o si un Antonini llega a otro país, desde Venezuela, con 800 mil dólares en un maletín, o si un Danilo Anderson es asesinado por sus propios compañeros con una bomba de tiempo”, dijo.
Delito: terreno común
"El ciudadano piensa: ‘Si no importa arriba ¿Por qué me debe importar a mí?’. Así, hemos caído en un estado anómico donde todas las clases sociales comparten lo delictivo”, afirmó el sociólogo, destacando que esta realidad se aprecia en casos como la compra divisas en el mercado negro, los viajes al exterior para explotar el cupo Cadivi con la tarjeta de crédito, o los funcionarios que sobrevenden vuelos para recibir pagos de las personas que están en lista de espera. "Esto es anomia, porque no hay reglas claras, ni castigo, ni función. Por el contrario, violar la norma se convierte en un acto digno de celebración”, puntualizó Hernández.
Sociedad postapocalíptica
Al preguntarle al sociólogo en qué podría degenerar la anomia que sufre el país, aclaró que a estas alturas ya no es posible plantear en qué degeneraría la sociedad venezolanos, insistiendo en que la nación ha tocado fondo. "Somos una sociedad postapocalíptica. Por ejemplo, yo provengo de un pueblo en el estado Táchira, donde nos enorgullecíamos de tener vías amplias, de no arrojar basura a la calle y de respetarnos mutuamente. Hoy en día, la gente se orina en la Plaza Bolívar al pie de la estatua de El Libertador, ponen música a todo volumen, se embriagan frente a las licorerías, lanzan botellas a las viviendas y no pasa nada, pero tampoco ocurre nada cuando alguien es asesinado de ochenta balazos, o un niño es torturado por sus propios familiares. Nos hallamos entre las sociedades más degradadas junto a algunas poblaciones de México y otras de América latina”, resaltó el experto.
¿Hay alguna salida?
Para solucionar esta situación, Hernández indicó que es necesario un gobierno que dialogue, en lugar de gobernar sólo para una parte de la sociedad venezolana. "Lamentablemente para el Ejecutivo Nacional, el sector al que menos aprecia no termina de marcharse del país. Elías Jaua, ministro de Relaciones Exteriores, declaró: ‘El que no es chavista, no es venezolano. Sin embargo, en Venezuela hay mucho dinero, y aunque sí hay un gran sector empobrecido con muchos profesionales, también hay una clase adinerada, cada vez más rica, conformada por importadores, comerciantes, la nueva burguesía bolivariana y beneficiarios de subsidios del Estado. Para revertir todo esto, se requiere de un nuevo gobierno capaz de iniciar un proceso de transformación moral, el cual sería muy costoso, pues exigiría un verdadero desarme de la población, la implementación de un sistema de cultura ciudadana y reeducación para que se cumplan las normas, y la introducción de sanciones. Sería una labor agotadora, pero si sociedades que han vivido peores situaciones que la venezolana, han logrado bajar sus índices delictivos, entonces aún hay esperanza, pero debe haber un movimiento político que no sea populista, ni militarista, ni rentista, ni paternalista, porque el chavismo sólo ha agravado estas perversiones partidistas”, concluyó.
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